martes, 27 de enero de 2015

De lo místico a lo histórico pasando por el reino animal en una día



Ultimo día de viaje desde el norte hasta Bangkok, hoy toca levantarse muy temprano para vivir en nuestras carnes la ceremonia de la ofrenda a los monjes budistas antes de proseguir nuestro viaje.


Después del desayuno en el peor hotel del viaje, el Topland de Phitsanulok, dimos la vuelta a la esquina del mismo y nos encontramos con los muros exteriores del templo, y junto a ellos unos monjes recogiendo las donaciones que los tailandeses tengan a bien darles, en nuestro caso, en una ceremonia desvirtuada por lo artificial que lo convierte hacerla turística, hicimos la ofrenda con menos espiritualidad de lo que me hubiera gustado.




Desde ahí nos adentramos en el templo, una maravilla, tanto arquitectónicamente como de decoración. La verdad es que no esperaba un recinto tan grande y menos esta profusión de budas. Es el único porque que le veo para hacer una parada en esta ciudad si tienes el tiempo limitado en el país. Ya que es una urbe de unos 100.000 habitantes con poco atractivo bajo mi punto de vista.





En el templo hicimos una curiosa ceremonia para leer nuestro futuro a un mes vista, después de esto se nos acerco un simpático policía turístico para preguntarnos de donde éramos y si nos podíamos hacer una foto con él.



Desde allí partimos hacia Lopburi, la ciudad de los monos y destino especialmente atractivo para mi mujer que es una apasionada de los primates, eso explica que se casara conmigo.

Lopburi y Prang Sam Yot

Cuando llegamos pensamos, otra típica ciudad tailandesa, pero cuando empezamos a acercarnos a las zonas de influencia de los monos algo estaba cambiando en ella, rejas por doquier, para evitarles el acceso a casas, terrazas y azoteas.



Un templo cercado por una carretera y una valla en todo su perímetro me llamo la atención, cuando nos acercamos a el entendí que ese seria nuestro destino. Cientos de monos se descubrían rondando el templo y moviéndose por sus alrededores. Paramos muy cerca de él y después de la enésima advertencia de no llevar gafas, pendientes, gorras ni cosas por el estilo que estos traviesos animales pudieran robar, bajamos del autobús para adentrarnos, de la mano de una cuidadora local en su territorio.



En cuanto entramos algunos monos se acercaron buscando lo que traíamos, unas golosinas que al parecer aprecian mucho, las repartimos entre risas y curiosidad y sorprendidos por el descaro de estos mamíferos.



En mi caso particular fueron especialmente cariñosos, seguramente por lo poco acostumbrados que están de ver personas con barba, casi me adoptaron como el más grande de ellos. La cuidadora cariñosamente me bautizo como "Papa Monkey". Fue una visita muy divertida y curiosa, dándole otro angulo a nuestra visita al país, ya que fue como entrar en su templo particular, parecíamos los extraños en su tierra, aunque en mi caso un poco menos, hasta alguno se dedico a rebuscarme el pelo intentando limpiarme como hacen entre ellos.





Desde aquí, después de esta relajada visita fuimos a comer a un restaurante sobre el mismo rio. Descansamos para prepararnos para nuestra última parada del día y plato fuerte.




Ayutthaya

La ciudad fue fundada en el año 1350 y fue capital del llamado reino de Ayutthaya o Siam. En 1767 fue totalmente saqueada por el ejército Birmano, y gran parte de la familia real así como mas de 90.000 personas más fueron raptadas. la ciudad tuvo 35 reyes en este periodo y llego a tener más de 1.000.000 de habitantes. Estaba situada en una isla formada por canales provenientes de tres ríos, el Chao Phraya, el rio Lopburi y el rio Pao Sak

Las ruinas de la ciudad abarcan una gran superficie, visitarlas enteras a pie resulta casi inviable, así que bicicleta o tuk tuk pueden ser las opciones más practicas en mi opinión. Nosotros las recorrimos en dos etapas.
La primera la zona de las ruinas de Wat Mahatat y la zona donde esta uno de los monumentos más visitados y mas místicos para los tailandeses y muchos turistas del país.


La cabeza del buda enlazado con las raíces de un árbol. Cuentan que durante la invasión birmana, estos se llevaron el cuerpo de la estatua, ya que era de oro, pero que la cabeza, al ser de piedra, no les interesaba y la dejaron caer. El árbol para que esta no tocara el suelo, la envolvió y la ha ido elevando hasta su posición actual. Sea o no cierta la historia, un halo de misticismo envuelve el lugar y notas como te traspasa.


El paseo por las ruinas de lo que un día fue una bulliciosa ciudad, hoy convertida en ruinas es algo que no os debéis perder. Majestuoso aun cuando los invasores se encargaron de dejar poco en pie. Monjes recorren estos parajes parándose a presentar sus respetos a las estatuas que encuentran por el camino.





Wat Yai Chaya Mongkol fue nuestra segunda parada. Mucho mejor conservado y hogar de infinidad de budas, entre ellos un espectacular buda reclinado. Es el contrapunto perfecto a la zona anterior ya que esta perfectamente conservada y te da una idea global de lo magnifica que tuvo que ser la ciudad en su momento culminante. Dando un paseo por esta zona uno se puede perder haciendo fotos y disfrutando de el parque histórico.




No se pude dejar de subir a su templo central y admirar las vistas que desde allí se tiene de todo el recinto.



En conjunto, Ayutthaya es otro Imprescindible con mayúsculas en un viaje a Tailandia.

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